
En estas mini-vacaciones por fin pude visitar el
Guggenheim de Bilbao, el día era propicio para extasiarse: sol de primavera, poca gente y unos pinchos vascos de desayuno.
El edificio acostumbrado a verlo en mil fotos me lo esperaba mucho más grande, más majestuoso y quizá no tan enclaustrado en bloques, edificios y parques, pero visto desde el otro lado de la ría gana en presencia, y al cabo de un instante sus formas [para mí totalmente orgánicas] te deslumbran, sobre todo en ese día tan soleado. Y me habían dicho que Bilbao era gris...

Una vez en el interior y pagando los 12 euros de rigor [eso sí con una audioguía de regalo, con lo que me gustan], nada más girar a la derecha me encontré con un iglú del poverista
Mario Merz, una de mis obras fetiche
Ciudad irreal, mil novecientos ochenta y nueve, ni siquiera sabía que la exponían en este Museo, así que en contemplarla ya se me fue media mañana, espectacular.
Curiosas son las inmensas instalaciones de acero bajo el título
La materia del tiempo, que te arrastran por una serie de pasillos, cubos, cilindros de tamaño gigantescos, con juegos sinuosoidales, espirales, recovecos... de los que sales totalmente mareado perdiendo el sentido del equilibrio.
Rusia!, la exposición estrella hasta el 3 de septiembre y la mayor retrospectiva mundial del arte ruso tiene un poco de todo: iconografía religiosa, símbolos patrios, retratos de ilustres... ya que recoge obras desde el siglo XIII hasta la actualidad.
Ni que decir tiene que la parte más interesante es la referida a las vanguardias por allí podemos comtemplar a Malevich, Goncharova, Filónov, Rodchenko... y toda esa caterva tan productiva y tan innovadora del arte del siglo XX. Nunca está de más volverlos a revisar.
Impresionante es la sala dedicada al realismo socialista y lo que esta alberga, lienzos de proporciones gigantescas, un verismo que da miedo, masas exaltadas, soldados combatientes, políticos reflexivos. Un perfecto retrato histórico de los primeros años de la Rusia comunista.
La exposición también mira al presente lindando con el futuro, recoge una serie de obras a modo

de videocreaciones, instalaciones... de artistas rusos del
siglo XXI, de entre todos me gustaría destacar
Hombrecillos y
Fosa Común del grupo
Blue Noes. Es una propuesta ingeniosa y divertida: una caja de cartón abierta, en su interior una tela blanca sobre la que duerme un pequeño señor o donde dos individuos van tirando a alguien a lo que puede ser una fosa pero que no es más que un hueco en esa tela blanca; todo gracias a un video-proyector.
Me gustó Bilbao, me gustó el Guggenheim