Experimentando a los setenta

Gracias a un mail de M. Eugenia he conocido la revista argentina Artfornews y gracias a su último número he podido leer algo más acerca del artista Roman Signer un claro ejemplo de una de las tendencias más explotadas en el arte del siglo XXI como es el sentido del humor ligado al arte y rozando en muchos casos el absurdo.

Este suizo acaba de cumplir la setentena y sigue experimentando como el primer día, y digo experimentando porque se apropia de objetos de la vida cotidiana como barreños, sillas de oficina, bolsas de plástico, paraguas... para crear, obligándonos a pararnos y ver que es ese invento que nos ha puesto delante, manteniendo el suspende de si ocurrirá algo o de si es una obra estática. Dos curiosidades que me llaman la atención son que sigue viviendo en su pueblecito natal, a pesar de que las galerías de las grandes ciudades se lo rifan, y que introduce la pirotecnia en sus obras básicamente porque lo tiene cerca, su familia se dedica al apasionante mundo de la pólvora.

Con muchos de sus trabajos nos lleva a su infancia, a lo rural, a lo ingenuo de ahí que muchos lo tachen de naif [asociándolo a la baja cultura] mientras que otros ven en él a uno de los artistas contemporáneos más importantes de Europa. Supongo que para gustos los colores y para críticas los intereses... Eso sí, es una tecnología de andar por casa, siempre al borde del fracaso y jugando con el azar, lo que implica cierto desasosiego en el espectador. Me recuerda a Flipy de El hormiguero [lo siento Juanji tenía que citarle].

Asumo que cuando empecé a interesarme por todo esto del arte del presente, no entendía que el humor pudiera somerterse al arte o el arte al humor, lo discutí ampliamente con los amigos de Espacio Menosuno, no lo comprendía básicamente porque las pocas obras que realizaba salían de un proceso sentimental, del interior al exterior, pero finalmente reconozco que cuanto más leo sobre esta tendencia o este ingrediente de lo absurdo, de lo istriónico en la creación más me apasiona, es darle un bofetón a toda la artificialidad de este mundo.